Punteo flamenco de 4 sevillanas


Tutorial completo para tocar 4 sevillanas clásicas de Luis Maravilla: En el video se han incluido los tabs y partituras, si quieres deacargártelas, hazlo de forma totalmente gratuita en la web https://www.miguitarraflamenca.com Estas 4 famosas sevillanas clásicas para guitarra se encuentran cada una en una tonalidad diferente, de esta forma tenemos:

La primera sevillana en La menor
La segunda sevillana en Do mayor
La tercera sevillana en La Mayor
La cuarta sevillana en Re mayor

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Historia del Guitarrista Luis Maravilla

Luis López Tejera, Luis Maravilla, na ció en Sevilla, en el número 68 de la calle de la Feria, en 1914, concreta mente el 1 de junio. Nació en el seno de una familia que vivía el ambiente artístico, ya que su padre era el cantaor El Niño de las Marianas (Luis López Benítez). Cuenta el propio artista para Manuel Herrera Rodas y que en el Prado de San Sebastián había unos quioscos de verano y allí contrataban a su padre, que tenía tanta potencia de voz que su madre, Reyes Tejera del Castillo, que vivía en la Puerta Osario, lo oía por las noches.
Cuando Luis Maravilla tenía apenas 8 años, en el año 22, su padre tenía como guitarrista a Juan Gandula Ha bichuela. Y en las fiestas de los bau tizos y las bodas llevaba al padre del Niño Ricardo, Ricardo Serrapí Torres. Conoció Luis a Manolo, el Niño Ricar do, que entonces tendría 20 años, y que también tocaba ya la guitarra. «Y de todos estos pues yo empezaba a aprender algo y todos me ponían al gunas cositas. Y es que a mí, desde pequeño, sin saber por qué, me gus taba más la música que el cante», afir mó a esa revista.
Su padre solía viajar a Madrid por motivos artísticos. Corría el año 1925 cuando este se encontraba trabajando en el Teatro Maravillas.

Guitarrista Luis Maravilla tocando la Guitarra

Su padre ya le ha bía comprado una guitarra de juguete, «de esas de la feria, porque a mí me gustaba, pero como yo no sabía nada, pues no era capaz de sacarle nada a la guitarra». Cuando salía del colegio -«que yo iba todos los días al colegio»- se iba al teatro con él, pero no para ver la función, sino para ir al camerino del guitarrista, Marcelo Molina, donde le escuchaba tocar la guitarra. Él fue el que un día se ofre ció a enseñarle, pero, le advirtió, «sin que se entere tu padre».
«Lo primero que me puso fueron unas posturas por La mayor, como una es pecie de tientos. Me enseñó a hacer el ritmo con la mano derecha y algu nas falsetas de dedo pulgar», narró a Miguel Espín y José Manuel Gamboa en el libro . Aprendió ese Luis niño durante un mes, y cuando tocó para su padre «se volvió loco» y le compró «una guitarra buenecita» con la que siguió estudiando el tiempo que duraron las funciones.
Las amabilidades iniciales pronto ce sarían. «Cuando pasado algún tiempo -dice el mencionado libro- el jovencito ganó con su guitarra los primeros dineros, hubo un cambio de opinión generalizado». Así, Luis Maravilla indicó a la revista en 1989 que desde un principio «tuve que vender un buen cúmulo de problemas. El primero y más grave fue que me encontré inicialmente con la circunstancia de que los guitarristas de mi época no enseñaban ni querían enseñar absolutamente nada. Había un cierto celo profesional y, al mismo tiempo, una cierta incapacidad pedagógica».
Reproducimos una vivencia narrada en el libro de Espín y Gamboa: «Me acuerdo de una fiesta en Los Burga leses, que organizó Ramón Montoya, con varios artistas de los más desta cados, a la que me llevó mi padre. Cuando terminó, D. Santiago Pidal les pagó a todos, y a mí, como era un niño, en vez de dinero me regaló una moneda de oro de Carlos III, una «pelucona» preciosa, ¡la que se formó! Eso suscitó una envidia entre los guitarristas… A partir de ahí, la cosa empezó a ser difícil para mí, e incluso para mi padre, porque todos se pu sieron a la defensiva. Esa moneda, mi padre la vendió y le dieron cinco o seis mil pesetas, que era mucho dine ro. Entonces a los artistas les daban veinte duros. Decían los artistas que yo iba a ser un enemigo, y cuando en traba al cuarto de Villa Rosa, donde se reunían los guitarristas para ensa yar, al verme dejaban de tocar y se ponían a hacer escalas. Así que para coger algo tenía que ponerme detrás de la puerta a escuchar, y luego sa carlo de oído. De todas maneras ten go que decir que Pepe de Badajoz fue el único que me dio unas lecciones más directas. También es que mi pa dre le ayudaba, lo llevaba a fiestas… Pero en Villa Rosa es donde verdade ramente aprendí a tocar».
Quizás por ello afirmó a la revista que «mis mejores fuentes de formación fueron los discos y las au diciones flamencas. Esto, desde lue go, favoreció enormemente el giro de mi personalidad posterior, pues al no deberme formalmente a ningún maestro, mi sensibilidad tomó un rumbo íntimo, yo diría exclusivo».
Narró Luis Maravilla a Herrera Rodas que su primera actuación fue cuan do a Manuel Vallejo le dieron la Llave de Oro del Cante, el 5 de octubre de 1926 en el Teatro Pavón. En 1928 ganó la Copa Montoya, y contó en esa entrevista que «aunque aquello fue importante para mí, lo mejor fue que a partir de ese momento empecé a tocarle a Cepero (José, ganador el mismo año de la Copa Chacón), pues yo fui durante cuatro años el guita rrista oficial de Cepero. Y con él grabé mis primeros discos sobre el año 30, ya le tocaba en Villa Rosa a todas las figuras de entonces hasta que en el año 32 me fui a Buenos Aires».

Antes, narró en el libro Luis Maravi lla «por derecho» que «a raíz de esa presentación pública, mi padre se dio cuenta de que yo, como era niño, no quedaba correcto en un escenario acompañando a gente mayor. Cuando vió a Enrique Ruiz, Vallejito, que tenía un año o dos más que yo, lo llevó a casa, empezó a enseñarle los cantes y nos puso de pareja. Trabajamos así en Zaragoza con Escacena y Montoya, en Sevilla, en El Tronío, en la calle Sierpes; y aquí, en el Ho tel Nacional, enfrente de la estación de Atocha. Entonces había en Ma drid mucha afición y salieron muchos cantaores, sobre todo del Puente de Vallecas, de donde era Vallejito y An gelillo, la primera figura a la que em pecé a acompañar en teatros».

En el año 28, además, se celebró en el hotel Alfonso X111 de Sevilla una fiesta benéfica a la que asistieron los reyes Alfonso X111 y Victoria Eugenia. Allí ac tuó acompañando a su padre, siendo calificado por la prensa, según repro duce el libro a él dedicado, como «un virtuoso a pesar de su corta edad». Su primer triunfo popular sería del 13 al 16 de septiembre, cuando ganó la Copa Montoya y cuando Miguel Pri mo de Rivera dijo: «Mi voto es para mi paisano Cepero y para ese niño que es una maravilla tocando la gui tarra». De ese comentario le vino su sobrenombre arístico. Y le surgió la oportunidad de grabar, como indicó el propio guitarrista, con Cepero. Hi cieron seis discos.

Entre 1928 y principios de la década de los 30 Luis Maravilla acompañó a prácticamente todos los cantaores destacados, desde Chacón hasta Ce pero, con el que trabajó cuatro años ininterrumpidos. Asimismo, en 1928 se estrenó la zarzuela flamenca copla andaluza, de Antonio Quintero y Pascual Guillén, y un año después El alma de la copla. Quintero se unió a León y Quiroga en otros espectácu los, tomando parte Luis Maravilla en estos primeros montajes escénicos.

En 1932 se fueron él y su padre «en una troupe muy importante» forma da por el empresario Emilio Losada. En esa compañía iba de primera bai larina Pilar Calvo, con la que se casó cuando tenía 20 años. Fruto de ese matrimonio nació un niño, Luis Antonio, también guitarrista.

«Ya le tocaba en Villa Rosa a todas las figuras de entonces hasta que en el año 32 me fui a Buenos Aires».

Antes, narró en el libro Luis Maravilla «por derecho» que «a raíz de esa presentación pública, mi padre se dio cuenta de que yo, como era niño, no quedaba correcto en un escenario acompañando a gente mayor. Cuan do vio a Enrique Ruiz, Vallejito, que tenía un año o dos más que yo, lo llevó a casa, empezó a enseñarle los cantes y nos puso de pareja. Traba jamos así en Zaragoza con Escacena y Montoya, en Sevilla, en El Tronío, en la calle Sierpes; y aquí, en el Ho tel Nacional, enfrente de la estación de Atocha. Entonces había en Ma drid mucha afición y salieron muchos cantaores, sobre todo del Puente de Vallecas, de donde era Vallejito y An gelillo, la primera figura a la que em pecé a acompañar en teatros».

En el año 28, además, se celebró en el hotel Alfonso X111 de Sevilla una fiesta benéfica a la que asistieron los reyes Alfonso X111 y Victoria Eugenia. Allí ac tuó acompañando a su padre, siendo
«Cuando se hizo el contrato -narra el libro dedicado al guitarrista- Ma ravilla estaba tocando con Sabicas. Juntos actuaron en el Teatro Lara, en el Cervantes y en el Olimpia. Sabicas acompañaba al Niño del Museo, Ma ravilla a Cepero y, ambos, hacían sus solos. El empresario Losada quiso lle varlos a los dos, pero Sabicas no se atrevió a embarcarse, así que Luis fue como único guitarrista».

En Argentina estuvieron un año, en el que también harían escala en Uruguay, cosechando mucho éxito. En 1933 realizó una gira con su mujer, que entonces era su novia. Tras volver a España Miguel de Molina los contrató para su compañía. Ofreció numerosas actuaciones, hizo grabaciones discográficas con Estrellita Castro, Manolo El Gafas y el Cojo de Huelva y en solitario, y ac tuó en muchas fiestas. Dice en el li bro de Espín y Gamboa: «No solo del teatro se podía vivir. Pasada la gue rra, verdaderamente sin las fiestas, el flamenco no hubiera subsistido. Apenas había espectáculos y los que había fracasaban constantemente. 1bas a los sitios, no se llenaban, los empresarios no te pagaban. Las fiestas nos salvaron. Todos los artistas grandes fueron a las fiestas: Marchena, Valderrama. 1ncluso Vallejo, aunque las seleccionaba. Con Vallejo estuve muchas veces en La Pañoleta, que estaba en la calle Jardines y era de Gitanillo de Triana -aún no había instalado en Ciudad Lineal La Capi tana-. A Vallejo siempre le gustaba llevar a un bailaor a las reuniones, generalmente Felipe de Triana, y le cantaba por bulerías. No las cantaba solo, siempre para bailar». Cuando estaba en los teatros de Madrid, ter minada la función, Luis Maravilla iba al nuevo Villa Rosa, que acababan de abrir en Ciudad Lineal.

Fue pionero en la edición de partituras de obras propias, gracias a sus conocimientos de solfeo. También realizó transcripciones para una y dos guitarras de composiciones ajenas.

En 1946 se incorporó al Ballet Español de Pilar López, en el que permaneció once años y con el que viajó por todo el mundo, escenificando primero
por toda España. A este espectáculo le seguiría. En 1948 grabó para La Voz de su Amo discos de baile junto a Pilar Cal vo y a José Greco, con quien intervi no en la película .
Luego grabó para Colombia con Pilar López y otros discos con Pilar Calvo y Ramón de Loja. Acompañó a Concha Piquer en la película y participó en junto a Rosa Durán y Faico. Luego grabó en Uruguay varios discos como solista e intervino otros muchos

Y luego formó un dúo con su hijo,actuando en festivales de toda la geo grafía española. Se incorporó además «dos o tres años» al Ballet de José Greco.

Contaba Luis Maravilla que tenía «muchísimos» discos. «Empecé a gra bar en el año 30 con Cepero. y hasta ahora. De aquella época grabé con todas las casa: Odeón, Regal, La Voz de su Amo, Hispavox, Parlophon. Más de cuarenta discos». Con uno de ellos, ,
logró en 1952 el permio de la Acade mia Charles Cross de Madrid. Fue el primer disco de flamenco del sello francés Ducretet-Thomson, y en Es paña no se editó hasta 1959. «Since ramente, creo que es mi mejor disco, primero porque a mí me cogió en la plenitud de mi carrera de guitarrista, luego porque era el primer LP que hacía con los nuevos métodos y so naba de maravilla». Destacó también entre sus grabaciones las .
Antología de la guitarra flamenca, «en el que tocamos dos piezas cada guitarrista»: Serranito, Manolo Cano, Sabicas, Melchor de Marchena, Pepe Marínez, Niño Ricardo y él.

Para Luis Maravilla «acompañar bien es difícil. Al cantaor no se le pueden hacer falsetas largas, porque se en fría y el cantaor no debe enfriarse. Ahora sí hay una costumbre que yo creo que no está bien. Y es que entre cante y cante, el guitarrista empieza a hacer falsetas y se está luciendo cinco o seis minutos, y claro, cuando el cantaor arranca otra vez a cantar ya ha perdido la inspiración, ya está frío. Sí, es delicado. Luego hay unos que tienen mucha voz y otros que son delicados de garganta. y a todos hay que adaptarse y hay que cuidar al cantaor. Yo, en el último disco de Bernardo el de los Lobitos intento cuidarlo como si fuera un niño chico. Y ni le doy bordonazos, ni le toco fuerte, ni ná. Lo voy cuidando para que se luzca él, porque la misión de un guitarrista acompañante no es la de lucirse entre cante y cante, sino la de servir de apoyo al cantaor. Para lu cirse están los solos de guitarra y los conciertos».

«La guitarra ha evolucionado mucho y ahora se toca la guitarra como no se ha tocado nunca: la precisión, la pulsación, la ejecución que tienen los muchachos. eso no se ha conse guido nunca. Técnicamente se toca como no se ha tocado en la vida. El estilo también ha cambiado: hoy se tocan mucho todas las cosas de rit mo». «Creo que la guitarra ha alcan zado cotas inmensas. Aunque tal vez sea bueno volver un poco a los cáno nes establecidos. Que estos mismos guitarristas que hacen maravillas con los dedos, que alguna vez hicieran algo más «.

«La guitarra se toca por sentimiento. Sólo se puede tocar la guitarra porque uno lo siente, porque si no se siente es imposible dedicarse a la guitarra como ella demanda. Es muy difícil, hay que tener mucha vocación para seguir tocándola e, incluso, vivir de ella».

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